Criar más ovejas neozelandesas para vencer al cambio climático, la demencial propuesta de Real Climate
Ahora mismo el consenso está claro: el cambio climático está fuertemente relacionado con las emisiones de dióxido de carbono debidas a la actividad humana. Vamos, que somos responsables y, como las consecuencias económicas, sanitarias y para la biodiversidad son muy graves, más nos vale aceptar esa evidencia y ponerle remedio antes de que la cosa se caliente todavía más.
Eso es así y conviene dejarlo claro. No obstante… ¿y si estuviéramos equivocados? La publicación Real Climate ha compartido un artículo que resume la investigación de un prestigioso veterinario neozelandés, el doctor Ewe Noh-Watt. Y que sea veterinario tiene su relevancia, porque sus estudios apuntan a un claro culpable del cambio climático: las ovejas.
Huelga decir que el trabajo de Ewe Noh-Watt no cuenta con el menor respaldo entre los expertos en climatología y, para qué engañarse, tampoco parece haberles importado mucho a los veterinarios ni a los criadores de ovejas. “¿Por qué debería importarte a ti?”, te preguntarás. ¿Qué tiene de especial un 28 de diciembre para que debas preocuparte por las ovejas neozelandesas?
Bueno, es nuestro deber dirimir quién es el inocente aquí, si las ovejas o tú (y el resto de los humanos, por supuesto). Y, lo que es más importante incluso: es una excusa perfecta para hablar del efecto albedo y los bucles de retroalimentación positiva o, como se dice a pie de calle, “la pescadilla que se muerde la cola”.
Un futuro más oscuro
Lo que propone Ewe Noh-Watt, según Real Climate, es tan sencillo y rotundo que parece mentira. Los rebaños de ovejas de Nueva Zelanda están disminuyendo y eso disminuye el albedo del planeta, que se calienta. Pero para comprenderlo tenemos que empezar recordando qué es el albedo. Todos sabemos que, al sol, los objetos más oscuros se calientan más. De hecho, son más oscuros porque en ellos rebota menos luz, la atrapan y retienen su energía calorífica. En resumen: cuanto menos blanca sea la superficie de la Tierra más luz retendrá y más se caldeará, contribuyendo al calentamiento global. Hasta aquí no hay nada nuevo, solo consenso.
Ahora pensemos en las ovejas, o más concretamente, en las ovejas de Nueva Zelanda. En esa isla ha llegado a concentrarse el 5% de todas las ovejas del mundo. Concretamente, en 1982, había 5 ovejas por cada neozelandés, pero desde entonces los rebaños han ido menguando.
Pues bien… la lana de estas ovejas es blanca y, si ahora hay menos ovejas cubriendo las praderas de la isla, habrá menos blanco salpicado en ellas y, por lo tanto, serán más oscuras, retendrán más luz y se calentará la tierra. Eso es lo que parece proponer el doctor Noh Watt. El veterinario incluso adjunta gráficas de esta relación que para que resulten más ilustrativas, ha manipulado ligeramente. Pero no acaba aquí su propuesta.
De ovejas, jerséis y el mercado, amigo
Como adelantábamos, el doctor también propone un mecanismo de retroalimentación positiva, un concepto que la ciencia del clima conoce bien. Por ejemplo, no cabe la menor duda de que, al calentarse el planeta y fundirse los casquetes polares, la superficie terrestre se vuelve menos blanca y, por lo tanto, más oscura. Eso significa que retiene más luz, que contribuye a calentarlo y a fundir todavía más los casquetes, oscureciéndolo otro poco y volviendo a empezar un bucle que se sostendrá a sí mismo en el tiempo.
Según Ewe, con las ovejas ocurre lo mismo. Cuantas menos ovejas, más se calienta el planeta, eso hace que se compren menos jerséis de lana y que, al bajar la demanda, se críen menos ovejas, oscureciendo la superficie terrestre, con lo que cerramos el bucle.
Si Ewe estuviera en lo cierto (y se equivocara la totalidad de expertos climáticos), Nueva Zelanda llevaría años luchando una guerra inexistente. Ahora mismo, la evidencia científica más firme indica que el ganado contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero con sus flatulencias y eso ha inspirado un programa de ingeniería genética que lleva en marcha desde 2008. El país ha puesto muchos esfuerzos en criar una variedad de ovejas neozelandesas bajas en emisiones de metano, seleccionando generación tras generación a las que producían menos gases de efecto invernadero en su tubo digestivo.
Pero, siendo cautos, lo más probable es que Ewe se equivoque y el ganado contribuya al cambio climático con sus ventosidades y no por su mengua. Sobre todo, porque el artículo es una inocentada, y no me refiero a este, que en todo momento ha sido estrictamente sincero (puedes releerlo si quieres), sino al texto original publicado en Real Climate.
El doctor Ewe Noh-Watt no existe, el albedo de las ovejas no es significativo para el cambio climático y Nueva Zelanda hace muy bien criando ovejas menos contaminantes. Pero, si no te habías dado cuenta hasta ahora, feliz día de los inocentes, y no te hagas mala sangre, que, a lo tonto, has aprendido algo nuevo.